3.19 Los musulmanes no comen carne de cerdo. ¿Y los católicos?
El Antiguo Testamento declaró que los cerdos son inmundos (o impuros) y por lo tanto no deben ser comidos (Lev. 11: 7)Lev. 11: 7 El cerdo, porque tiene pezuñas, y aunque las tiene partidas en dos, no es rumiante. Debes considerarlo un animal impuro para ti.. Sin embargo, Jesús dijo que los cristianos pueden comer todo (Mc 7: 18-19)Mc. 7: 18-19 Y les dijo: “¿Tampoco ustedes entienden? ¿No ven que nada de lo que entra de afuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón, sino en el vientre, para después salir del cuerpo? De esta manera declaro todos los alimentos limpios.”, aunque la glotonería o la codicia deben ser evitadas. Hay días de abstinencia, cuando los católicos generalmente se abstienen de comer carne. El Miércoles de Ceniza y el Viernes Santo son ejemplos de tales días de abstinencia obligatoria.
Para vivir conscientemente con Dios, es útil comer y beber menos de vez en cuando. Esto se llama ayuno. Lo hacemos especialmente durante los cuarenta días antes de la Pascua. De esta manera nos recordamos a nosotros mismos y mostramos al mundo que el amor de Dios es lo más importante en la vida, en vez de la comida y la bebida.
¿Cuáles son los cinco “mandamientos de la Iglesia”?
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1. Oír misa entera los domingos y fiestas de guardar. Abstenerse de trabajar o de realizar actividades que ofendan el carácter del día.
2. Recibir el sacramento de la Penitencia por lo menos una vez al año.
3. Comulgar por lo menos por Pascua de Resurrección.
4. Ayunar y abstenerse de comer carne los días de Cuaresma que prescribe la Iglesia (Miércoles de Ceniza y Viernes Santo)
5. Ayudar materialmente a la Iglesia en sus necesidades. [Youcat 345]
San Gregorio Magno, en su Regla Pastoral, recordaba que el ayuno se hace santo gracias a las virtudes que lo acompañan, sobre todo a la caridad, a todo gesto de generosidad, que da a los pobres y necesitados el fruto de una privación nuestra (cf. 19, 10-11) … San Agustín dice que el ayuno y la limosna son “las dos alas de la oración”, que le permiten tomar más fácilmente su impulso y llegar hasta Dios. [Papa Benedicto, Audiencia General, 9 Mar. 2011]