3.20 ¿Por qué una iglesia es casa de Dios?
A menudo Jesús visitó el templo en Jerusalén, al cual él ya le había dado el nombre de Casa de Dios, su Padre cuando tenía doce años (Lc 2,49)Lc. 2:49 Él les dijo: “¿Por qué me buscan? ¿No sabían que debo estar en la casa de mi Padre?”. Una iglesia está destinada a ser un lugar de oración, tanto para estar solo o con otras personas. En una iglesia católica, Jesús está presente de una manera especial, es decir, con su propio cuerpo en el tabernáculo.
Por supuesto, tú puedes orar fuera de una iglesia, pero un templo puede darte apoyo adicional en tu relación con Dios. Éste es el motivo por el cual una iglesia es consagrada por un obispo cuando es usada por primera vez, para ser un lugar de encuentro entre Dios y su pueblo.
¿Tiene la Iglesia necesidad de lugares para celebrar la liturgia?
El culto “en espíritu y en verdad” (Jn 4, 24) de la Nueva Alianza no está ligado a un lugar exclusivo, porque Cristo es el verdadero templo de Dios, por medio del cual también los cristianos y la Iglesia entera se convierten, por la acción del Espíritu Santo, en templos del Dios vivo. Sin embargo, el Pueblo de Dios, en su condición terrenal, tiene necesidad de lugares donde la comunidad pueda reunirse para celebrar la liturgia. [CCIC 244]
¿Qué son los edificios sagrados?
Los edificios sagrados son las casas de Dios, símbolo de la Iglesia que vive en aquel lugar e imágenes de la morada celestial. Son lugares de oración, en los que la Iglesia celebra sobre todo la Eucaristía y adora a Cristo realmente presente en el tabernáculo. [CCIC 245]
¿Qué es una casa de Dios cristiana?
Una casa de Dios cristiana es tanto un símbolo de la comunidad eclesial de las personas de un lugar concreto, como un símbolo de las moradas celestes que Dios nos tiene preparadas a todos nosotros. Nos reunimos en la casa de Dios para orar en comunidad o a solas y para celebrar los sacramentos, especialmente la Eucaristía.
"Aquí huele a cielo"; "Aquí uno está en silencio y reverentemente". Algunas iglesias nos envuelven literalmente en una atmósfera densa de oración. Sentimos que Dios está presente en ellas. La hermosura de las iglesias nos remite a la hermosura, la grandeza y el amor de Dios. Las iglesias no son sólo mensajeros en piedra de la fe, sino residencias de Dios, que en el Sacramento del altar está ahí real, verdadera y sustancialmente presente. [Youcat 190]
Bajo las bóvedas de esta histórica catedral, testigo de la constante comunicación que Dios ha querido entablar entre los hombres y Él… las palabras del salmista describen la emoción de nuestra alma con una precisión que no nos habríamos atrevido a imaginar: “¡Qué alegría cuando me dijeron: ‘Vamos a la casa del Señor’!” (Sal 121,1) … Alegría en ir a la casa del Señor, porque, los Padres nos lo han enseñado, esta casa no es más que el símbolo concreto de la Jerusalén de arriba, la que desciende hacia nosotros (cf. Ap 21,2) para ofrecernos la más bella de las moradas. “Si moramos en ella –escribe san Hilario de Poitiers–, somos conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, porque es la casa de Dios”. [Papa Benedicto XVI, Homilía en Notre Dame Paris, 12 Sept. 2008]