3.33 ¿Qué importancia tiene la Pascua? ¿Qué significa «urbi et orbi»?
En la Pascua celebramos la fiesta más importante de la fe cristiana. Celebramos la esencia de nuestra identidad como cristianos: Jesús nació no solamente para hablarnos de Dios, sino que también estuvo dispuesto a sufrir y morir por nosotros.
En la Pascua, celebramos que Jesús resucitó de entre los muertos y de esta manera hizo posible que vivamos por siempre con Dios en el cielo. La mañana del Domingo de Pascua (como el día de Navidad), el Papa da su bendición para la ciudad de Roma y para el mundo ('Urbi et Orbi') desde el balcón de San Pedro. El Tiempo Pascual, (período de Pascua) dura cincuenta días (hasta Pentecostés).
¿Cuál es la obra de Cristo en la Liturgia?
En la liturgia de la Iglesia, Cristo significa y realiza principalmente su misterio pascual. Al entregar el Espíritu Santo a los Apóstoles, les ha concedido, a ellos y a sus sucesores, el poder de actualizar la obra de la salvación por medio del sacrificio eucarístico y de los sacramentos, en los cuales Él mismo actúa para comunicar su gracia a los fieles de todos los tiempos y en todo el mundo. [CCIC 222]
¿Qué es lo esencial de toda Liturgia?
La liturgia es siempre, en primer, lugar comunión con Jesucristo. Toda celebración litúrgica, no sólo la Eucaristía, es una fiesta de la Pascua en pequeño. Jesús celebra con nosotros el paso de la muerte a la vida y lo hace accesible para nosotros.
El acto litúrgico más importante del mundo fue la fiesta de la Pascua que Jesús celebró con sus discípulos en el Cenáculo la víspera de su Muerte. Los discípulos pensaban que Jesús iba a conmemorar la liberación de Israel del poder de Egipto. Pero Jesús celebró la liberación de toda la humanidad del poder de la muerte. En Egipto fue la “sangre del cordero” la que protegió a los israelitas del ángel de la muerte. Ahora es él mismo el Cordero, cuya sangre salva a la humanidad de la muerte. Porque la Muerte y la Resurrección de Jesús son la prueba de que se puede morir y, sin embargo, ganar la vida. Éste es el verdadero contenido de cada celebración litúrgica cristiana. Jesús mismo comparó su Muerte y Resurrección con la liberación de Israel de la esclavitud en Egipto. Con el término misterio pascual se designa por ello el efecto salvífico de la Muerte y Resurrección de Jesús. En forma análoga a la sangre del cordero que salvó las vidas de los israelitas en la salida de Egipto (Ex 12), Jesús es el verdadero Cordero pascual, que ha liberado a la humanidad de su encierro en la muerte y el pecado. [Youcat 171]
¿Qué “signos” atestiguan la Resurrección de Cristo?
Además del signo esencial, que es el sepulcro vacío, la Resurrección de Jesús es atestiguada por las mujeres, las primeras que encontraron a Jesús resucitado y lo anunciaron a los Apóstoles. Jesús después “se apareció a Cefas (Pedro) y luego a los Doce, más tarde se apareció a más de quinientos hermanos a la vez” (1 Co 15, 5-6), y aún a otros. Los Apóstoles no pudieron inventar la Resurrección, puesto que les parecía imposible: en efecto, Jesús les echó en cara su incredulidad. [CCIC 127]
¿Por qué la Resurrección es también un acontecimiento trascendente?
La Resurrección de Cristo es un acontecimiento trascendente porque, además de ser un evento histórico, verificado y atestiguado mediante signos y testimonios, transciende y sobrepasa la historia como misterio de la fe, en cuanto implica la entrada de la humanidad de Cristo en la gloria de Dios. Por este motivo, Cristo resucitado no se manifestó al mundo, sino a sus discípulos, haciendo de ellos sus testigos ante el pueblo. [CCIC 128]
¿Cómo llegaron a creer los discípulos que Jesús había resucitado?
Los discípulos, que antes habían perdido toda esperanza, llegaron a creer en la Resurrección de Jesús porque lo vieron de formas diferentes después de su muerte, hablaron con él y experimentaron que estaba vivo.
Los acontecimientos de la Pascua, que ocurrieron hacia el año 30 en Jerusalén, no son ninguna historia inventada. Bajo la impresión de la muerte de Jesús y de la derrota de su causa común, los discípulos huyeron (“Nosotros esperábamos que él era el que iba a redimir a Israel”, Lc 24,21) o se refugiaron tras las puertas cerradas. Sólo el encuentro con Cristo resucitado los liberó de su espanto y los llenó de una fe entusiasta en Jesucristo, el Señor de la vida y de la muerte. [Youcat 105]
¿Hay pruebas de la Resurrección de Jesús?
No hay pruebas de su Resurrección en el sentido de las ciencias positivas. Pero, como hecho histórico y trascendente a la vez, dio lugar a testimonios individuales y colectivos muy poderosos, por parte de un gran número de testigos de los acontecimientos de Jerusalén.
El testimonio escrito más antiguo de la Resurrección es una carta que escribió san Pablo a los Corintios aproximadamente veinte años después de la muerte de Cristo: “Porque yo les transmití en primer lugar, lo que también yo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras; y que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; y que se apareció a Cefas y más tarde a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, la mayoría de los cuales vive todavía, otros han muerto” (1ª Cor 15,3-6). Pablo informa aquí de una tradición viva, que él se encontró en la comunidad primitiva, cuando uno o dos años después de la Muerte y Resurrección de Jesús llegó él mismo a ser cristiano a causa de su propio encuentro deslumbrante con el Señor resucitado. Como primer indicio de la realidad de la Resurrección entendieron los discípulos el hecho de la tumba vacía (Lc 24,5-6) y precisamente fueron mujeres, que según el derecho entonces vigente no eran testigos válidos, las que la descubrieron. Aunque se dice del Apóstol Juan, ya ante la tumba vacía, que “vio y creyó” (Jn 20,8b), la certeza de que Jesús estaba vivo sólo se afianzó por medio de gran número de apariciones. La multitud de encuentros con el Resucitado acabaron con la Ascensión de Cristo a los cielos. Sin embargo hubo después y hay hoy encuentros con el Señor resucitado: Cristo vive. [Youcat 106]
Realmente, hoy toman la palabra los testigos: no solamente los primeros, los testigos oculares, sino también quienes recibieron de ellos el mensaje pascual y dieron testimonio de Cristo muerto y resucitado de generación en generación. Algunos fueron testigos hasta derramar su sangre y, gracias a ellos, la Iglesia ha seguido caminando incluso entre duras persecuciones y persistentes rechazos… confesando su muerte y resurrección en los campos de concentración y en los gulags, bajo la amenaza de las bombas y los fusiles, en medio del terror desencadenado por el odio ciego, que lamentablemente se ha apoderado de personas solas y de naciones enteras. Todos ellos vienen hoy de la gran tribulación y cantan la gloria de Cristo: en Él, resucitando de las tinieblas de la muerte, se manifiesta la vida. [Papa Juan Pablo II, Urbi et Orbi, Pascua 1998, 2]