4.33 ¿Qué pasa con la inseminación artificial (IA) y las madres de alquiler?
Los niños son el fruto de una experiencia íntima de amor entre un hombre y una mujer. La Iglesia solo puede aceptar procedimientos médicos que retengan la conexión entre esta unión y la procreación. Por lo tanto, la Iglesia rechaza casi todos los métodos de inseminación artificial, a pesar de que comprende muy bien el dolor de las parejas que no pueden concebir hijos.
La maternidad sustituta conduce a todo tipo de situaciones no naturales e inhumanas y debe rechazarse siempre.
¿Qué opina la Iglesia de las madres de alquiler y de la inseminación o la fecundación artificial?
Toda ayuda por parte de la medicina y de la investigación para concebir un hijo debe detenerse cuando se disuelve o se destruye por medio de una tercera persona la paternidad conjunta de los padres o cuando la concepción se convierte en un acto técnico fuera de la unión sexual dentro del matrimonio.
Por respeto a la dignidad de la persona, la Iglesia rechaza la concepción de un hijo por medio de inseminación o la fecundación heterónoma u homóloga. Todo hijo tiene el derecho, dado por Dios, a tener un padre y una madre, a conocer a ese padre y a esa madre y, si es posible, a crecer en el ámbito de su amor. La inseminación o la fecundación artificial con el semen de un hombre extraño (heterónoma) destruyen también el espíritu del matrimonio, en el cual el hombre y la mujer tienen derecho a llegar a ser padre o madre exclusivamente a través del otro cónyuge. Pero también la inseminación o la fecundación homóloga (cuando el semen procede del propio esposo) hacen del hijo un producto de un procedimiento técnico y no el fruto de la unidad amorosa del encuentro sexual personal. Y cuando el niño se convierte en un producto, surge en seguida la pregunta cínica acerca de la calidad y la garantía de ese producto. La Iglesia rechaza también la técnica del diagnóstico genético pre-implantaciones (DGP), que se lleva a cabo con el fin de eliminar a los embriones que no se consideran perfectos. También el recurso a una madre de alquiler, por el que se implanta a una mujer extraña un embrión obtenido por fecundación artificial, es contraria a la dignidad de la persona. [Youcat 423]
Emerge cada vez más el vínculo imprescindible de la procreación de una nueva criatura con la unión de esposos, por la cual el esposo se convierte en padre a través de la unión conyugal con la esposa y la esposa se convierte en madre a través de la unión conyugal con el esposo. Este plan del Creador está inscrito en la misma naturaleza física y espiritual del hombre y de la mujer y, como tal, tiene valor universal.
El acto con el que el esposo y la esposa se convierten en padre y en madre a través de la entrega recíproca total los hace cooperadores del Creador al traer al mundo un nuevo ser humano, llamado a la vida para la eternidad. Un gesto tan rico, que trasciende la misma vida de los padres, no puede ser sustituido por una mera intervención tecnológica, de escaso valor humano y sometido a los determinismos de la actividad técnica e instrumental… La tarea del científico consiste más bien en investigar las causas de la infertilidad masculina y femenina, para poder prevenir esta situación de sufrimiento de los esposos deseosos de encontrar en el hijo la confirmación y el completamiento de su donación recíproca. [Papa Juan Pablo II, A la Pontificia Academia para la Vida, 21 Feb. 2004]