6.14 ¿Es posible que reine la paz en todo el mundo? ¿Puedo contribuir? ¿Cómo debemos reaccionar ante el genocidio, la dictadura, la anexión o el comercio de armas?
La paz es algo más que un equilibrio de poder entre enemigos: es una empresa de justicia que involucra a toda la humanidad. Humanamente puede parecer imposible que algún día haya paz en todo el mundo. Pero el Dios de la paz quiere estar con nosotros en este momento (Rom 15,33). Jesús quiere darnos su paz (Jn 14,27). En efecto, podemos contribuir a la paz en el mundo, en primer lugar difundiendo la paz a nuestro alrededor (Mt 5,9).
La defensa de los débiles, los pobres y los marginados es un deber cristiano esencial. Por lo tanto, si oponerse al genocidio, la dictadura, la anexión o el comercio de armas puede considerarse así, entonces es nuestro deber hacerlo. Incluso podemos utilizar una medida apropiada de violencia. La cuestión principal es saber qué medios son aceptables: podríamos decir, ¿cuándo está justificada la guerra? Como la guerra es siempre una derrota de la humanidad, todos estamos llamados a luchar por una paz justa.
¿Por qué la legítima defensa de la persona y de la sociedad no va contra esta norma?
Con la legítima defensa se toma la opción de defenderse y se valora el derecho a la vida, propia o del otro, pero no la opción de matar. La legítima defensa, para quien tiene la responsabilidad de la vida de otro, puede también ser un grave deber. Y no debe suponer un uso de la violencia mayor que el necesario [CCIC 467].
¿En qué consiste la paz en el mundo?
La paz en el mundo, que es la búsqueda del respeto y del desarrollo de la vida humana, no es simplemente ausencia de guerra o equilibrio de fuerzas contrarias, sino que es «la tranquilidad del orden» (San Agustín), «fruto de la justicia» (Is 32, 17) y efecto de la caridad. La paz en la tierra es imagen y fruto de la paz de Cristo [CCIC 481].
¿Qué se requiere para la paz en el mundo?
Para la paz en el mundo se requiere la justa distribución y la tutela de los bienes de las personas, la libre comunicación entre los seres humanos, el respeto a la dignidad de las personas humanas y de los pueblos, y la constante práctica de la justicia y de la fraternidad [CCIC 482].
Esta desperdicia recursos valiosos que podrían, en cambio, utilizarse en beneficio del desarrollo integral de los pueblos y para la protección del ambiente natural. En el mundo de hoy, en el que millones de niños y familias viven en condiciones infrahumanas, el dinero que se gasta y las fortunas que se ganan en la fabricación, modernización, mantenimiento y venta de armas, cada vez más destructivas, son un atentado continuo que clama al cielo. Un mundo en paz, libre de armas nucleares, es la aspiración de millones de hombres y mujeres en todas partes [Papa Francisco, Discurso del Santo Padre Francisco sobre las armas nuclear, 24 de noviembre de 2019].
