2.13 ¿Cómo puedo estar seguro de que la Iglesia dice la verdad?
Jesús mismo instituyó la Iglesia, con Pedro, los demás apóstoles y sus sucesores como sus líderes. Él llamó a la Iglesia el “baluarte de la verdad” (I Tim. 3:15)I Tim. 3:15: Para que si me atraso, sepas como conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios vivo, columna y baluarte de la verdad.. Para asegurar que los Apóstoles pudieran transmitir la verdad de la fe sin error, Jesús les envió el Espíritu Santo.
También hoy el Espíritu Santo ayuda a la Iglesia a comprender mejor la fe. Por lo tanto, y porque no se trata sólo una institución humana, puedes confiar en que la Iglesia siempre dice la verdad acerca de Dios.
¿Por qué la Iglesia es apostólica?
La Iglesia es apostólica por su origen, ya que fue construida “sobre el fundamento de los Apóstoles” (Ef 2,20); por su enseñanza, que es la misma de los Apóstoles; por su estructura, en cuanto es instruida, santificada y gobernada, hasta la vuelta de Cristo, por los Apóstoles, gracias a sus sucesores, los obispos, en comunión con el sucesor de Pedro. [CCIC 174]
¿En qué sentido la Iglesia es santa?
La Iglesia es santa porque Dios santísimo es su autor; Cristo se ha entregado a sí mismo por ella, para santificarla y hacerla santificante; el Espíritu Santo la vivifica con la caridad. En la Iglesia se encuentra la plenitud de los medios de salvación. La santidad es la vocación de cada uno de sus miembros y el fin de toda su actividad. Cuenta en su seno con la Virgen María e innumerables santos, como modelos e intercesores. La santidad de la Iglesia es la fuente de la santificación de sus hijos, los cuales, aquí en la tierra, se reconocen todos pecadores, siempre necesitados de conversión y de purificación. [CCIC 165]
La predicación de la Iglesia es consistente en todas partes, continúa en un curso parejo y recibe el testimonio de los profetas, de los Apóstoles y de todos los discípulos... y es ese sistema bien fundamentado que tiende a la salvación del hombre, a saber, nuestra fe. [San Irineo, Contra las Herejías, Libro 3, Cap. 24 (MG 7, 966)]