6.3 No podemos acoger a todos los inmigrantes, ¿o sí? ¿No es mejor enviarlos de vuelta y ayudarlos allí? ¿No deberíamos más bien buscar soluciones a largo plazo?
La inmigración no es un fenómeno nuevo; la mayoría de nuestras poblaciones modernas tienen su origen en la inmigración (Lev 19:34). La solidaridad con los necesitados y el respeto a la dignidad humana son principios cristianos muy importantes. Es estupendo si puedes ayudar a las personas en su país de origen, pero ¿lo haces por auténtico amor o porque quieres evitar que vengan a tu país? Muchos refugiados dependen de nuestra hospitalidad.
Si bien es cierto que debemos buscar soluciones a largo plazo, no podemos dejar que las personas se ahoguen en el mar o sean víctimas de la delincuencia. Es necesario discernir para encontrar las mejores soluciones. La discriminación está mal: no sólo debemos ayudar a quienes pueden sernos útiles, sino que lo cristiano es encontrar la mejor manera de asistir a todos los que necesitan nuestra ayuda.
¿Cuál es la raíz de la dignidad de la persona humana?
La dignidad de la persona humana está arraigada en su creación a imagen y semejanza de Dios. Dotada de alma espiritual e inmortal, de inteligencia y de voluntad libre, la persona humana está ordenada a Dios y llamada, con alma y cuerpo, a la bienaventuranza eterna [CCIC 358].
El proceso de globalización puede constituir una oportunidad... si la repartición desigual de los recursos mundiales provoca una nueva conciencia de la necesaria solidaridad que debe unir a la familia humana... La Iglesia... trabaja para que se respete la dignidad de toda persona, para que el inmigrante sea acogido como hermano y para que toda la humanidad forme una familia unida [Papa Juan Pablo II, La jornada mundial del emigrante, 2000, 4-5].